Desde los asistentes personales como Siri hasta los automóviles autodirigidos, se ha dicho que la inteligencia artificial está progresando rápidamente. Sin embargo, conforme se ha ido conociendo y expandiendo este concepto, se ha tergiversado su significado. Aunque es cierto que el término de inteligencia artificial se suele asociar a la palabra robotización y, si bien se pueden relacionar entre sí, ambas son técnicas científicas avanzadas muy diferentes que también pueden convivir por separado.
La inteligencia artificial es una regeneración del proceso del pensamiento humano, una máquina realizada por el ser humano que cuenta con nuestras capacidades intelectuales.
Esto incluiría la capacidad de aprender casi cualquier cosa: la capacidad de razonar, la de usar el lenguaje y la de formular ideas originales.
Bots que incorporan inteligencia artificial
La inclusión de la inteligencia artificial en los robots ha dado lugar a bots que pueden llegar a resolver problemas en situaciones limitadas. La idea consiste en que la máquina recoja hechos sobre una situación a través de sensores para después compararlos con datos almacenados y decidir qué significa la información.
Mediante este proceso, elige varias acciones posibles y pronostica qué acción será más exitosa basada en la información recopilada.
Por supuesto, el robot solo puede resolver los problemas para los que está programado para resolver, es decir, no tiene ninguna capacidad analítica. Un ejemplo de ello serían las máquinas, como el robot ITRI, a las que les han instalado una serie de órdenes para jugar al ajedrez.
Además, algunos robots modernos también tienen la capacidad de aprender, aunque de manera limitada. Los robots que están destinados al aprendizaje reconocen si una determinada acción puede llegar a lograr el resultado deseado.
El robot guarda esta información e intenta repetir la misma acción la siguiente vez que se encuentre en la misma situación.
La industria del motor, punta del iceberg
Una de las industrias que ha sabido aprovechar esta capacidad ha sido la industria del motor, que ha dejado de pensar en producir coches con una gran estética y ha pasado a diseñar automóviles inteligentes.
En un principio, el coche reconocía si mover las ruedas de una cierta manera, por ejemplo, le permitía superar un obstáculo en la carretera. Ahora, podemos encontrar desde coches que aparcan solos o que asisten a la hora de la conducción, hasta otros que son completamente autónomos.
La compañía Tesla Motors es la principal marca que está innovando en este campo y ya ha prometido que dentro de unos años pondrá en venta en el mercado coches 100% autónomos, lo que significa que no necesitarán conductor.
Entre muchas de sus características se encuentran la capacidad de mantener una velocidad constante en la carretera o la de corregir la trayectoria si se desvía el automóvil.
Otro ejemplo de aprendizaje de las máquinas lo podemos ver en Japón, donde han enseñado a un robot a bailar mediante la demostración de movimientos y acciones propias.
Captando señales corporales
Otra capacidad que nace de la combinación de la robotización con la inteligencia artificial es la interacción social.
Kismet, un robot en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del M.I.T., reconoce el lenguaje corporal humano y la inflexión de la voz, a la cual responde apropiadamente.
Los creadores de Kismet están interesados en cómo interactúan los seres humanos, concretamente los bebés. Se basan únicamente en el tono de voz y la señal visual, para que sea el fundamento principal para que un robot tenga un sistema de aprendizaje similar al de un ser humano.
Cada vez más, la robotización está más presente en nuestro día a día, en nuestro mundo dedicado a la digitalización, ya sea en el hogar, en los entornos laborales o en los medios de transporte. La robotización contribuye así a la mejora para la experiencia del usuario, haciéndole la vida más fácil.